PERIODISMO

CIUDAD VALLES Y LA HUASTECA
Julián Díaz Hernández

ENTREVISTA

 

En el apogeo de “El chavo”, juntó más gente que el líder religioso.

Atrás, muy atrás habían quedado los brincos auténticos de "El chavo", “El chanfle” y “El chapulín colorado”. Para entonces el famoso comediante mexicano tenía ya 70 años, de los cuales 45 los había ocupado para escribir los argumentos de divertidas películas, exitosos programas televisivos y taquilleras obras de teatro. “Y como actor tengo menos porque ya empecé grande (como en el 59), es más, yo no pensaba serlo, quería dedicarme a escribir toda mi vida”.

   Con su camisa de color claro y desfajada, era obvio que el calor vespertino de la huasteca potosina había tomado por sorpresa a Roberto Gómez Bolaños, acentuando –ya de por sí- la fatiga en su cara; un rostro mucho más blanco que en la televisión, pero que aún con arrugas, de vez en cuando dibujaba una discreta sonrisa, rememorando los tiempos pasados, cuando las circunstancias acuñaron el sobrenombre que le acompañó:

   “Lo de Chespirito me lo puso un director de cine de las primeras películas que escribí, me dijo que era un buen autor y una especie de Shakespeare pequeño”, señalaba mientras buscaba equilibrar en su mano izquierda un vaso de agua con el que mitigó su sed. Luego, el ídolo de muchas generaciones de amantes del buen humor, recordó los años dorados de “El chavo” y “El chapulín colorado”.

 LA POPULARIDAD EN SUDAMÉRICA

Fue en ese entonces cuando la popularidad del programa movilizó a más de 20 mil personas hacia “Luna Park”, el auditorio más importante de Buenos Aires (Argentina), que antes solo se había llenado con Julio Iglesias y Frank Sinatra. “Nos contrataron cinco días (dijeron que estaban locos, pero bueno, a nosotros ya nos habían pagado), y tuvimos que dar siete, después regresamos para siete días, y nos quedamos nueve días consecutivos”.

   La retransmisión del programa de televisión en toda Latinoamérica (incluyendo Brasil, donde se pasó doblado al español), no solo generó los primeros lugares de rating en cada uno de estos países –algo que ni gringos ni europeos han hecho- sino también una especie de fervor hacia los protagonistas: “En el estadio Nacional de Santiago de Chile dimos una función con lleno total en la mañana y otra en la noche, metimos 80 mil personas”.

   “Nos recibieron con una valla ininterrumpida a lo largo de 20 kilómetros, y en Valparaíso la gente se quedaba toda la noche afuera del hotel nada más para vernos asomar por la ventana y que les dijéramos: hola”, añadió, en tanto el indomable vaso blanco de “unicel” ya había provocado que una buena parte de su contenido se derramara sobre el pantalón azul marino de Gómez Bolaños, quien cubrió el descuido con risas constantes.

 MÁS VISTO QUE EL PONTÍFICE

La conversación llegó entonces a un pasaje que no dejó duda de la fama de “Chespirito”, un hecho ocurrido en Colombia, cuando Julio César Turbay Ayala era presidente (1978-1982): Invitados por su esposa Nydia Quintero, el grupo de comediantes acudió a una marcha a Bogotá para pedir dinero a beneficio de niños necesitados, en medio de un desfile que congregó a cuatro millones de personas, viajaban todos a bordo de un camión de bomberos.

   En el primero la esposa del presidente y “El chavo”, y en los demás: Los ministros colombianos con Florinda Meza, María Antonieta de los Nieves, Rubén Aguirre, Edgar Vivar, Raúl “Chato” Padilla, Angelines Fernández y “Godínez”. “Había ido un par de años antes el Papa, y para mala suerte que llevamos nosotros más gente que él; aquí en México no podemos decir eso, porque van a pensar que somos herejes, y no es cierto”. 

   Ese cariño del público era la más grande satisfacción que su carrera había dado al comediante mexicano, quien confesó entonces que uno de sus errores era no saber cobrar, “pero no me falta nada, estoy muy contento; eso sí, tengo mucho más de lo que soñé, y muchísimo menos de lo que la gente piensa. Florinda me decía: Xuxa en Brasil es dueña de una isla, tú deberías ser ya dueño de un continente”.

 SIN GROSERÍAS NI DOBLE SENTIDO

Con el paso de los  años, el equipo se fue reduciendo ante la muerte de Ramón Valdés, luego de “El chato” Padilla, y después de Angelines Fernández; aunado a ello, Televisa decidió darles grandes espacios a las telenovelas, y “El chavo del ocho” salió del aire, aunque luego se dieron cuenta que se habían equivocado e integraron de nuevo la barra cómica, con actores que –dicho sea de paso- eran del agrado de Gómez Bolaños.

   “Me gusta el estilo de Héctor Suárez, y me encanta ir a ver al cabaret a Polo-Polo para oír todas las groserías que dice, que es el lenguaje sabroso de los mexicanos; no me gusta verlo en la televisión porque ahí no lo dejan decirlas y lo único que podía hacer era invitar a otros changos a que dijeran chistes, lo cual me parecía una verdadera falta de creatividad. Por otro lado, el único programa que tenía buen guion lo quitaron, era el de La güereja”.

   “De los otros: Derbez tiene mucha imaginación y creo que es de los que hacen las mejores cosas en este momento; de (televisión) Azteca no los conozco; bueno, nada más a El Güiri-Güiri, que ha trascendido en muchas cosas”, indicaba al tiempo de reflexionar que en México lo escaso no son los comediantes, sino los libretistas, y de asegurar que él nunca adoptó la grosería o la sátira política como lo hacían otros colegas, porque no era su estilo.

   “Cada quien tiene uno y debe aplicarlo, no critico el de los demás; repito: Me encanta ir a ver a Polo-Polo, es más, lo recomiendo. Yo en mi caso puse cosas picantes, pero con más elegancia; por ejemplo, en la escuela el profesor Jirafales decía: En la Torre de Babel fue donde se separaron las lenguas, y La chilindrina preguntaba ¿Pues qué estaban haciendo? Había picardía pero con ingenio”.

   “Luego en otro, El botija le preguntaba a (mí) El chompiras: ¿Te cruzaste con La chimoltrufia?, y le respondía: Yo sería incapaz, es tu mujer”. Precisamente, ante el fenómeno de la explotación desmedida del lenguaje fuerte y –la mayor de las veces- grosero, para hacer reír, “Chespirito” sugirió que no es el público el que se tiene que adaptar a tales programas, sino seleccionar, y si (como es el caso) no hay mucho de donde escoger, entonces que no apoye lo que no le gusta.

   “Yo voy contra una corriente que se usa mucho en televisión e incluso en el cine: Aquellos de que vamos a preguntarle al público y averiguar lo que quiere, suena como bonito, pero en realidad es una estupidez: El público no puede saber si era bueno algo que nunca ha visto, somos nosotros los profesionales los que debemos hacer algo y esperar a que ellos les guste; es como si Da Vinci hubiera hecho una encuesta de cómo les gustaría la sonrisa de La mona lisa”.

   TRABAJO EN CINE Y TEATRO

En cine, no fueron muchos los trabajos que Roberto Gómez Bolaños realizó; de los más recientes –entonces- estaba “Elisa antes del fin del mundo”, donde estuvo como productor, y entre las experiencias negativas contó de la escasez de apoyos gubernamentales para proyectos de tal naturaleza. “Y es que el cine no ha resurgido como industria, todavía le falta: Los recursos para producción y exhibición están en manos incontrolables”.

   Al tiempo que Florinda Meza –su compañera de muchos años- y el resto de los actores de la obra “11 y 12” se preparaban para salir a escena, resultó ineludible hablar de la taquillera comedia, “con la que la gente ríe muchísimo, sin meterle groserías, solo un poco de doble sentido para divertirnos; está muy bien estructurada y algunos de los grandes comediógrafos (Vicente Leñero, entre ellos) la han elogiado, lo cual me da mucho orgullo”.

   “Aquí no hay ningún hombre que se vista de mujer, ninguna mujer que se vista de hombre; no hay ningún tipo que se tenga que esconder dentro del clóset porque viene el marido, no hay un triángulo amoroso. No se enseñan piernas, ni bustos, ni ombligos ni nada… claro, tal vez yo podría enseñar el mío, pero quien sabe si gustara mucho”, expresaba entre risas, al tiempo de disculparse porque con una oreja “no oía ni maíz”.

 EL REGRESO QUE NO LLEGÓ

Los asistentes esperaban al comediante para su personificación, y en las butacas del teatro del Centro Cultural de la Huasteca Potosina, el público también le aguardaba para observar su actuación. Apenas hubo tiempo para la foto del recuerdo y para la promesa que muchos de sus admiradores esperarían: “Después de la obra y cuando no esté la repetición masiva de los programas, volveremos a la pantalla chica: Obviamente, con Televisa”.

LO MÁS RECIENTE

Contador de visitas

© 2009-2024 by GPIUTMD